08 noviembre 2006

Todo es el amor


¡Amar a una mujer,sentir su aliento,
y escuchar a su ladolo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!

Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco...

Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo...

Y vivir es amar. Aquien no ha sentido
latir el corazon dentro del pecho
del amor al impulso,no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.

¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcisima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,en un goce gozando
y latiendo en unísono latido...

Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,ese miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.

Y el amor no es el goce de un instante
que en un lecho de seda nos brinda
la mujer palpitante; no es el deleite
impuro que hallamos al brillar una
moneda del cien y de la infamia entre
lo oscuro; no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca...

El amor es la gloria, la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.

Pureza y armonía, ángeles bellos y
hadas primorosas en un Edén de luz y de poesía,
en un pensíl de nardos y de rosas.

Y es que el amor encierraen su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.

Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía los seres de la creación inmensa;
y la mujer la diosa, la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina...

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